Musica en general

Los sentidos como puertas: el oido

 

La música es organización de sonidos, silencios, y duraciones que construyen edificios audibles. La escucha de la música se efectúa en un recorrido que habita una casa, un laberinto, un jardín sonoro. Componer y escuchar música es a veces edificar arquitecturas audibles.

«Las Cuatro Nieblas del Caos, la Norte, la Este, la Oeste y la Sur, fueron a visitar al Caos en persona. Él las trató muy amablemente y cuando estaban pensando en irse, discutieron entre ellas cómo podrían corresponder a su hospitalidad. Como se habían dado cuenta de que no tenía agujeros en su cuerpo como ellas (ojos, nariz, boca, orejas, etc.), decidieron hacerle uno cada día. Al cabo de siete días, nos cuenta Kuang-tse, el Caos murió.»[1]



[1] Cage, John. Escritos al oido.  p.102. Colección de Arquitectura. Valencia, 1999.

 

El sentido del espacio es en el ser humano una síntesis de datos sensoriales, que se dividen en: receptores a distancia (ojos, oidos y nariz), y receptores de inmediación (lo relativo al tacto).El ser humano juzga realmente su relación con el espacio, a través de la interrelación de los sentidos.

Los sentidos se han desarrollado en los seres vivos como los instrumentos que les sirven para poder tener una relación o una interacción con el resto del Universo que los rodea. El propósito fundamental de los órganos de los sentidos es recabar información acerca del medio circundante para poder sobrevivir y evitar cualquier peligro.

La puerta media entre el habitante y el mundo: enmarca el paisaje y al observador del paisaje. Ojos, oidos, fosas nasales, boca del edificio que es nuestro cuerpo, la puerta funciona como el umbral de las sensaciones. El cuerpo es nuestro único medio de navegación por el mundo y medimos nuestro cuerpo en relación con todas las cosas que hay a nuestro alrededor.

Ojos, oidos, boca, nariz o piel, asumen el papel de “puertas” a través de las cuales la sabiduría y el conocimiento del mundo exterior entra en contacto con el mundo interior.

«Los muros tienen orejas. Vuestras orejas tienen muros.»[1]

El oído es el sentido que relaciona al individuo con el sonido. Es a través del oído por donde el sonido entra en la dimensión humana. La percepción de los ritmos sonoros del propio cuerpo: del latido del corazón a la respiración. El oído acoge los sonidos, siendo evidente su función de “puerta”, a través de la cual la sabiduría entra en la dimensión humana.

« […] Dentro de mi oigo pasar afuera,

Fuera de mi los veo pasar conmigo.

Yo soy la circunstancia.

Música:

Oigo dentro lo que veo fuera,

Veo dentro lo que oigo fuera

[…]

Soy una arquitectura de sonidos

  Instantáneos sobre un espacio que se desintegra […]»[2]

Dice Diderot en su “Carta sobre los ciegos”: «Pero prefiero hablaros de la renovada sorpresa en la que no dejaban de caer los de mi entorno, cuando me veían llorar en las partes patéticas, siempre con los oídos tapados. Entonces ya no podían más, y los menos curiosos se atrevían a hacerme preguntas, a las que yo respondía fríamente «que cada uno tenía su manera de escuchar y que la mía era la de taparme los oídos para oír mejor»[3].

John Cage reivindica el oído sensible sobre el intelectivo, la “fisicalidad” del sonido sobre su intelectualización -“la separación de la mente y el oído ha echado a perder los sonidos” y propone una nueva actitud con respecto a la escucha. Esta nueva escucha requiere el cese de la actividad mental que crea relaciones artificiales entre los sonidos, para que el sonido sea, tenga lugar. Y hace que el concepto de sonido se amplíe, se renueve nuestra capacidad perceptiva con respecto a ellos.

[1] Graffiti encontrado en París. Los muros tienen la última palabra. Materiales para una historia de los graffiti. p.222. Gimeno Blas, F.M. y Mandingorra Llevata, Mª Luz. Universidad de Valencia. Valencia, 1997.

[2] Cage, John. Los privilegios de la vista. Obras completas IV.  p.464. Paz, Octavio. Circulo de lectores. Barcelona, 2001.

[1]El propio Cage afirma: “…empiezo a oír los sonidos antiguos como si no estuvieran gastados. Evidentemente, no están gastados. Son tan audibles como los sonidos nuevos. El pensamiento los había gastado. Y si se deja de pensar en ellos, de pronto son frescos y nuevos”. 

Escultura del compositor John Cage.

 

Es a partir de esta reflexión y de otro hecho por lo que Cage comienza a incluir ruidos en su música; el oído podía escucharlos directamente y no tener que pasar a través de ninguna abstracción acerca de ellos…”Me gustaban los ruidos tanto como me habían gustado los sonidos aislados”

[3] Didetot. Carta sobre los ciegos. p.94. Pre-Textos. Valencia, 2002.

 

En ocasiones dejaba que el azar eligiera sus composiciones. Por ejemplo, enumeraba las posibilidades que planteaba una situación de composición, y dejaba que el azar decidiera cuál sería la que se elegiría al ejecutar. Otra veces escogía notas mediante el siguiente procedimiento: primero marcaba las diferentes imperfecciones que podían percibirse en una hoja de papel (agujeros, manchas, decoloraciones, etc.) después colocaba una hoja transparente encima de la que había marcado, sobre la que calcaba las marcas. Por último, estas marcas eran trasladas a un pentagrama, y se transformaban en las notas de su composición.

 

Una duración escogida al azar, 4’33”, se convertiría en el título13 de la pieza quizá más polémica de John Cage. Compuesta en 1952 en esta pieza el silencio aparece como único material empleado, pero el hecho de su exclusiva presencia pretende transmitirnos algo más. La pieza se transforma en una especie de “manifiesto silencioso”, una proclama sobre sus ideas respecto al silencio. 4’33” supone una propuesta de nueva escucha, una reflexión dirigida hacia el oyente, al que incita a replantearse sus conceptos tradicionales, y al que invita a intensificar su capacidad perceptiva, garantizándole un sorprendente paseo a través de un nuevo material aún sin explorar.

La música en John Cage, no sólo nos invita a intensificar nuestra capacidad auditiva sino que nos propone un despertar a la propia vida, a todo lo que acontece, un “dejar de ser sordo y ciego a todo lo que nos rodea”. El arte en general se identifica con la vida misma, maximizando nuestras capacidades sensibles.

La experiencia donde mejor se expresa esta idea es elhappening. Lo que posteriormente se denominó como el “primer happening” se realizó en el Black Mountain College en 1952 y consistía en una serie de procesos artísticos disociados que tenían lugar simultáneamente en un mismo espacio. En la experiencia del happening se despliega un acontecer múltiple y a la vez simultáneo, precisamente de la misma forma en que acontece la propia vida. Pero, en Cage, el happening no queda sólo en una actividad separada de la vida. Se trata de un teatro sui generis, en el que la multiplicidad simultánea anula la intencionalidad y sólo cabe ver y escuchar “como si se viera y escuchara por primera vez”, acrecentando nuestra capacidad sensible y alterando nuestra conciencia del mundo que nos rodea. Esto le lleva a la concepción de la vida como teatro y a su vez, del teatro como vida.

El pensamiento musical de John Cage, supone un soplo de aire fresco, desmontando todos los pilares sobre los que se sustenta toda la música occidental tradicional. Pero su propuesta es, ante todo, una nueva forma de ver, sentir y exprimir la vida a fondo. Una buena excusa para acercarnos al artista, a su obra y al lo que hay, para dejar de ser sordo y ciego al mundo que me rodea.

En su trabajo, Cage interpreta dibujos y gráficos de manera musical y señala que ciertas partituras le permiten reconocer el decrecimiento de formas concretas y aisladas. Apreciar la música en referencia a la notación, a la partitura de la obra, esto es disfrutar de una manera muy distinta de la obra cómo se nos ofrece la misma en el placer tímbrico al escucharla. Ese degustar la música ofrece un placer de distinto orden que implica diversas facultades de nuestra mente. La música literalmente está también en la notación. No podemos tomar la notación como un mero artificio “hetero-impuesto” para que la composición pueda prolongar su existencia más allá de su ejecución. La representación gráfica nunca es puro y simple signo para la música. Gracias a la evolución de la notación o grafía musical, desde el pergamino, o del Liber usualis medieval de los cantos gregorianos hasta la grafía de la música contemporánea pasando por el registro virtual computarizado de la música, tanto en su aspecto gráfico -casi pictórico- como en su  registro digital/sonoro, la música ha ido creciendo tanto en sus complejos aspectos estructurales como en sus posibilidades de establecer diferentes relaciones con las distintas artes: pintura, poesía, arquitectura, etc. La música ha influenciado y ha sido influenciada por las conquistas en esas otras artes; un ejemplo lo tenemos en la forma en que los distintos aspectos de la notación o grafía musical han sido determinados por diseños y técnicas pictóricas de ordenar el espacio de la representación musical.

Se afirma generalmente que la música “se dirige al oído”. Pero esto lo hace, en cierto modo, nada más en la medida en que el oído, como los demás sentidos, es un órgano e instrumento perceptivo de lo intelectual.

Artículo realizado por: Arantzazu García Calderón.

Todos los derechos reservados. 

 

 

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